lunes, 19 de junio de 2017

88. Nos hacemos mayores

Un verano entero pasado por sudor para terminar el graduado, para salir de la cárcel. No sé cómo me las arreglaré, pero son sólo doce créditos los que me separan de la libertad.

Llegué ya bastante aprendido a la universidad, pero salgo sintiéndome un abuelo cebolleta. He sabido reconocerme mejor, he aprendido a perdonar y a no sentir rencor, a alimentarme de algo más que odio y rabia, he aumentado mi paciencia...En definitiva, no he aprendido mucho en clase pero sí he aprendido del mundo y de los seres humanos ¿Es eso a lo que llaman inteligencia emocional?

Mis amigos crecen, se van de casa, empiezan a tener trabajos más allá del 'cuencoarrocismo' más puro, las resacas les duran más, las lesiones también, el amor que existe cobra más fuerza y el que no está hace más daño...

La experiencia es un grado dado por la edad. La nostalgia de tiempos felices aflora cuando más oscura es la noche. Somos una nueva generación que empieza a remplazar a la anterior y, desgraciadamente, a veces toca enterrar a seres queridos.

El tiempo, para variar, es el peor y el mejor enemigo y, junto a la noche y otros tantos más, es uno de los símbolos claros de "mi obra" (pongo comillas porque sólo soy un piltrafa más).

Dentro de todo el nihilismo y la desesperanza de mi pensamiento encuentro brotes creciendo sin cesar a mi alrededor. Ellos y ellas ya lo saben: son fruto de mi orgullo. Ese caos termina, y si no termina al menos parece que empezamos a saber controlarlo.

El mundo es un lugar maravilloso.