domingo, 13 de mayo de 2018

107. El descreído y la sonrisa.

Yo soy el descreído. La sonrisa... Esa es tuya.

Inocente de mí, en el momento menos indicado, en el lugar más insospechado... Pasó.

Una entrevista de trabajo de rebote en un puesto de rebote tras echar una solicitud una de esas noches de hartazgo e insomnio. Varias llamadas y, ese mismo día, tras una serie de curiosas casualidades, allí estaba yo. Y sí, también tú.

En ese momento mis conexiones neuronales se dispararon. ¿El destino? ¿Qué clase de broma era esta? ¿Torpeza del azar? Yo y mi cara de gilipollas te mirábamos, ambos al mismo sitio: a tu sonreír. 

Absorto al ver que íbamos al mismo lugar. No me lo creía. Estaba pecando de inmadurez, de poca profesionalidad. Me fijaba más en ti que en todo eso que me estaban explicando. — Concéntrate ¿quieres? — me decía a mí mismo todo el rato.

Al segundo día ya fue demasiado cuando, tras una broma, nos reímos juntos... Peor aún cuando volvimos juntos y hablamos un rato en el metro. Parecía hecho adrede, como si nos estuviesen grabando. Antes de despedirme intercambiamos redes sociales, aunque fue iniciativa tuya. Como ya digo, estaba siendo de coña.

Al tercero... Fui yo el que busqué el momento a solas.

Lo demás está ocurriendo ahora mismo. 

Insisto, yo soy un descreído, yo no pienso en estas cosas, yo no buscaba, yo no quería... Pero fue tu sonrisa, mi yo vergonzoso y las miradas cruzadas lo que me han dejado tocado.

¿Ahora qué cojones hago?