Cuánto más consciente soy de todo
lo que me rodea más quiero saber, más y
más, no hay límites para mi gula, salvo en ciertos momentos, cuando eso nuevo
que aprendo me hace sentir rabia e impotencia. Es el precio a pagar del que
tiene tantas preguntas, que termina encontrando respuestas.
El mundo es un lugar abominable,
brutalmente codiciado por seres humanos que, en su gran mayoría (me incluyo)
tienen un punto, pues eso, humano. Esto significa que, dentro de la mentalidad
humana, existen ápices de comportamientos fuera de los moralmente aceptados
como buenos. Se llega a confundir y a adoctrinar a las personas con estos
valores morales desde niveles mediocres y que, a medida que aumentan, demuestra
cómo somos en realidad.
Con esto quiero dar a entender
que los humanos tenemos toques de maldad, de codicia, de avaricia, etc, que
proyectados a nivel mundial producen un estigma imborrable en la especie humana
y, por tanto, un peso que debemos cargar todos, siendo el peor de estos pesos
de injusticia.
Y es que sales ahí fuera a
empaparte de la vida, a aprender, a conocer, a compartir, a viajar…a lo que sea
con tal de sentirte vivo, que cuánto más lo haces y más te gusta más duro es el
golpe de la realidad.
¿Arriesgarte a seguir aprendiendo
con la posibilidad de hundirte o vivir en la más infructuosa ignorancia? Esta
es, como muchas otras veces, la pregunta a responder, la que quizá nunca se
sepa responder pues los límites son inalcanzables e inabarcables.
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