Voy a adentrarme en un
tema algo peliagudo y cruento, pero también de necesario conocimiento para todos, puesto que de lo rocambolesco que es, parece sacado de una película...Y no;
esto es realmente lo que ocurre en el mundo y lo que ningún medio de
comunicación al uso te va a contar.
Empezaré diciendo que
llegué a conocer la problemática indonesia a través de un documental llamado The act of killing, del (excepcional) documentalista
Joshua Oppenheimer, un americano que creció en Copenhague y comenzó a rodar
hace más de diez años. The act of killing
empezó a tener visibilidad casi al mismo que se movía en las
salas y festivales del mundo, hace unos tres años, pero no fue hasta que llegó su
nominación al oscar en 2013 cuando alcanzó un nivel general de expansión. Yo ya
le tenía fichado para verlo en cuanto pudiese, y este pasado Enero conseguí la
versión completa del director (la versión que se comercializa tiene media hora
menos ya que las imágenes son espeluznantes) y bueno, me introduje en un tema
que no conocía para nada y salí entre enfadado y asombrado. Tras verlo
investigué y Joshua tenía previsto, en este año 2015, sacar una segunda parte
del documental llamado The look of silence, el cual pude ver hace escasos días en un festival de Madrid (en su
estreno en primicia en toda España y por el cual ha ganado el premio del
público de dicho festival). También conté con la presencia del mismo Joshua antes de comenzar la película, que
venía a presentar su trabajo en un modesto coloquio, en el cual contó anécdotas
de ambos documentales, pues bien las merecían, fue una hazaña asombrosa. Ahora
me dispongo a contar lo que el documental relata y que, a su vez, cuenta la
espantosa realidad de Indonesia desde mediados del siglo pasado.
Indonesia, antes de 1965
y desde que se proclamó su independencia en 1949, vivía bajo el mando de un político
nacionalista llamado Sukarno, que pasó de gobernar en democracia hasta que se volvió, con el tiempo, mucho más
autoritario, algo que no gustó a los grupos radicales anticomunistas a pesar de
que este llevase a cabo la independencia del país. En 1965 se produjo un golpe
de estado que terminó en 1968 con la subida al poder del líder del grupo
paramilitar que había comenzado dicho golpe. En esos tres años se llevaron a
cabo más de dos millones de asesinatos con el pretexto de que las víctimas eran
comunistas, aunque no lo fuesen, pues se mataron no sólo a comunistas, sino también a
intelectuales, japoneses, chinos, socialistas y cualquier persona que no
apoyara el régimen paramilitar que estaba surgiendo. Este grupo paramilitar aún
sigue en el poder, apoyado desde siempre por las potencias mundiales de Estados
Unidos y Reino Unido, negando que existiese un genocidio durante los años del
golpe y, aún hoy en día, controla todo el país a sus anchas, desde ministros a
presidentes, pasando por todos los niveles de educación y enseñanza para así
mantener a la población engañada y asustada a partes iguales
Mientras que en The act of killing el documental se
centra en los asesinos, contando todos sus métodos de tortura, The look of silence se centra más en una
familia que sufrió los estragos del golpe de estado, y la cual sirvió de nexo
para comenzar con los dos trabajos. Ambos documentales con surrealistas,
crueles, inhumanos, macabros…Y tan reales que dan miedo.
Oppenheimer retrata así
la corrupción de todo un país, desde la cabeza hasta los pies, de todo el
horror aún latente y de una sociedad enferma
como es la indonesia. Ni siquiera el Tribunal Mundial de la Haya o las
organizaciones de derechos humanos pueden hacer algo, pues existe el veto de
Estados Unidos y Reino Unido que evita la acción dentro del país, por lo que
tendrá que ser este mismo el que, con la ayuda de trabajos como estos
documentales, se autorregule y alcance un equilibrio para poner denunciar toda
la situación, tanto la pasada como la actual, haciendo que los asesinos y los
gobernantes paguen justamente por sus actos, que están aún más asentados en el
poder si cabe y que se vanaglorian de todas las muertes que han provocado.
Con todo esto, aparte de
vislumbrar la realidad del mundo que no se cuenta en los medios, quiero reivindicar la figura
del documental como herramienta de conocimiento y cultura y como otro formato
fílmico que mejora cada vez más (en detrimento de la ficción).
De paso quiero recomendar
los otros dos documentales que pude ver en el festival estos días: El primero
es Virunga, documental sobre el parque
nacional homónimo perteneciente al Congo y donde humanos, gorilas y otros
animales tienen que hacer frente a la corrupción local y al capitalismo
exterior que quiere explotar los recursos naturales del parque a pesar de que,
para ello, tengan que exterminar y extorsionar a medio parque. El segundo es Cartel land, el más crudo de los tres
por su dureza y sus imágenes de la frontera entre México y Estados Unidos, pues habla de los grupos militares de ciudadanos, tanto mexicanos como
estadounidenses, que luchan contra la corrupción y las drogas cuando, ellos
mismos, sobreviven gracias a ambas.
Tres documentales en tres
continentes distintos, tres problemáticas que comienzan y terminan con la
corrupción y la violencia, ambas producidas por la incultura, la ignorancia, la
escasa ayuda de sus gobiernos y la mirada apartada del resto del mundo, que no
sólo no ayuda sino que se aprovecha de estos continentes para explotarlos.
Recomiendo todos, pero
con bastante estómago y a sabiendas de lo crudo que puede llegar a ser la
experiencia. Dejo también los tráilers de los dos trabajos de Joshua Oppenheimer.
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