domingo, 1 de marzo de 2015

29. La linde del Tajo

Eran las doce del mediodía. Tenía sobre mí un dulce sol de invierno. Iba carretera abajo sobre la linde de mi querido Tajo, dentro del autobús, casi solo. Andaba con el asiento reclinado, las piernas cruzadas y los brazos sobre mi cabeza. Me sentía al borde del sueño, casi adormilado, cuando me puse a mirar las nubes. Eran esas nubes esponjosas, de película, casi artificiales. Empecé a pensar toda la tranquilidad que me estaba ofreciendo el momento, así que me propuse, durante un minuto, mirar las nubes a conciencia, sin pensar en nada más…Sin estar pendiente del móvil, de mis preocupaciones, de mis ambiciones, de mis sueños, de mis exigencias, de nada…Solamente disfrutando del momento único e irrepetible que me brindaba esta infame vida.

Fui inexorablemente feliz ese minuto. Me di cuenta de lo estúpida que es la existencia y de lo poco que valen todas las cosas, salvo esa última cosa que es ser feliz. De entre todas las estupideces mundanas que enseña la vida, a lo que menos esfuerzo ponemos es a aprender a ser felices. En ese momento recapacité de manera mayúscula y exponencial a cada segundo que pasaba, un mindblowing de manual. Pensaba haber encontrado la respuesta a todo en ese autobús que bordeaba el Tajo. No, simplemente había descubierto que cada cosa tiene su peso, y que ese peso no debe ser modificado por las personas, pues no nos conviene modificar los estratos vitales del ser humano, sabiendo que es lo que de verdad merece la pena.


1 comentario:

  1. Solo decir "hola" y "adiós":

    http://www.ciudadseva.com/textos/novela/fra/camus/el_extranjero.htm

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