martes, 26 de diciembre de 2017

98. Hotel ( I )

(Suena jazz. Me dejo volar)

Llevábamos días deseándolo. Yo al principio dudé, no lo voy a negar. Un chico como yo...que sí, que tiene sus cosas, pero también sus macabros defectos, tanto físicos como psicológicos, con una chica como tú. Quizá te idealicé desde el primer momento que vi una foto tuya. Puede ser.
Tras dos semanas conociéndonos a través de la red, accedimos, no podíamos aguantar más. Demasiadas cosas en común, demasiada tensión sexual. Había fantaseado ya varias veces con tus labios rojos y tus ojos marrones, con agarrarte de las caderas y dejar llevar mi lengua. 
Cuando decidimos reservar un hotel no sabía si creérmelo, porque eso significaba que querías lo mismo que yo. Mi ego creció a la par que mi excitación y mi alegría. Ese día estuve exultante en todos los sentidos.
Llegó el viernes. Lo marqué en el calendario nada más concretar la fecha y la hora. El viernes. Maldito viernes. Fuera hacía frío y las calles olían mal, pero por dentro la atmósfera era otra.
A las siete en la puerta del hotel. Ambos llegamos diez minutos tarde, pero no importó. No sé encontrar expresión que midiera de manera realista mi nivel de excitación y nerviosismo. En ese instante supe que hice bien en arriesgar, en ser yo mismo, en mostrarme, en conocerte. 
Nos dimos dos besos, sonreímos y entramos. Aluciné con tu iniciativa a la hora de hablar con la recepcionista, como si os conocieseis de toda la vida. Pagamos. Habitación 220. Ascensores a la izquierda, segunda planta.
Y se cerraron las puertas del ascensor. 

Nos besamos.

Al salir andamos un rato por el pasillo observando los distintos detalles de este, cada uno por su cuenta. Tardamos un par de minutos en darnos cuenta de que nos habíamos pasado la puerta correspondiente. Qué dulce aquel momento en que ambos pensamos que por culpa de nuestro nerviosismo y nuestra pasión ya habíamos empezado a perder el norte. 
Abriste tú la puerta. Revisamos la habitación al igual que hicimos con el pasillo. Primero el baño, después el resto: minibar, sillas, cojines, colchón, etc. Dejamos nuestras cosas y hablamos un rato. Cada uno con lo suyo y de momento separados, como si lo del ascensor hubiese sido un momento de debilidad de otro universo distinto a ese.

Continuará...


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