Lo de
siempre.
Ese
sentimiento de incomprensión y soledad que pesa, esas ganas de gritar y no
encontrar el momento ni el lugar, ese techo invisible que me frena a pesar de
mis ganas.
Sólo
encuentro pequeños retazos de intelectualidad en un vasto desierto inerte, un
desierto sin iniciativa alguna.
Lleva
años quedándoseme pequeña la celda, los mismos años que veo como me adelantan
ineptos, vacíos, ovejas, clones, mimados, fascistas.
La
corriente social actual me repele y pienso que mi lugar está veinte años atrás,
o quizá muchos más que esos, delante, y sigo pensando que soy un pobre alma más
entre miserables, que no soy especial ni mucho menos pero que la mediocridad
reina, pues se reza a ídolos de barro y se sobrepasa el límite de lo racional.
¿Veis?
Es lo de siempre, la misma queja, y yo sin hacer nada de nada. ¿Seré otro
maldito conformista más que no se atreve a salir de su zona de confort? Vaya,
ni yo lo sé, pero al menos tengo esta maldita puerta al exterior para quejarme.
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